http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/4720021.asp

Doblegaron la Arrogancia del Vaticano

Carlos Eduardo Ruiz

Jueves, 15 de abril de 2010

Le tomó casi una década al Vaticano hacer públicos sus procedimientos canónicos de 2001, instituidos para manejar los casos de pederastia y otros abusos y delitos por parte de sus sacerdotes, monjas y monjes—que incluyen un mandato de que el sospechoso de abusos y delitos debe ser reportado a las autoridades policiales locales.

Fue necesario que muchas voces de varios lugares del mundo señalasen con el dedo como culpable de encubrimiento de esos abominables hechos y delitos, a quienes los cristianos católicos romanos llaman “Su Santidad”.

Hasta dos prominentes ciudadanos británicos (Richard Dawkins y Christopher Hitchens) están proponiendo actualmente, una iniciativa legal para que el Papa Benedicto Décimo Sexto sea detenido por crímenes de lesa humanidad, cuando pise suelo británico el próximo primero de septiembre de 2010, basándose en el precedente de la detención del ex dictador chileno Augusto Pinochet en 1998 por similares delitos.

El todavía vigente escándalo mundial de delitos como la pederastia y el maltrato físico y psicológico de niños a manos de sacerdotes, monjas y monjes católicos, expone a la luz pública algo adicionalmente preocupante y escabroso:aparentemente, para el Vaticano la figura de la autoridad está por encima de los derechos universales del ser humano; una postura retrógrada y arcaica contra la cual la humanidad lleva luchando, por lo menos, 62 años—fecha en la que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), hiciese pública su Declaración de los Derechos Humanos Universales.

Es inaceptable y escandaloso que una institución religiosa que dice encarnar en la Tierra una especie de faro moral y ético que sirve de guía a puerto seguro para toda la humanidad (o por lo menos para los millones de creyentes en la fe cristiana, católica y romana), asuma una actitud de “hagan lo que digo, no lo que hago”, como si sus sacerdotes, monjas y monjes estuviesen por encima de las leyes a las que están sujetos los ciudadanos y súbditos laicos de todos los países del mundo—y sólo obedeciesen—y sólo en apariencia—a una supuesta “Ley Divina”.

No pueden estar equivocadas tantas personas de tantos estratos sociales diferentes y de tan diferentes países y culturas, cuando se escandalizan ante el comportamiento y reprochen la conducta de las autoridades de la iglesia cristiana, católica y romana, ante los abundantes y sistemáticos casos de pederastia y otros maltratos infantiles por parte de no pocos de sus sacerdotes, monjas y monjes—y hallan llegado hasta el tupé, de calificar las denuncias de las víctimas, sus familiares y los medios de comunicación social de “chismes” y “exageraciones”.

Las autoridades civiles y laicas de todos los países del mundo donde existan instituciones de la iglesia cristiana, católica y romana, no deberían tomar el vigente escándalo—y su dilatada y escabrosa historia—con ligereza.

En vez, deberían apresurarse a revisar sus disposiciones legales, para que los delincuentes y maltratadores de infantes de hábito y sotana, sean puestos prontamente a merced de las autoridades policiales y judiciales—al igual que sus ciudadanos laicos y las autoridades de cualquier otra creencia religiosa.

Las autoridades laicas de la humanidad del siglo 21, no deben seguir permitiendo que la ignorancia, la ingenuidad y la fe de las personas sean aprovechadas por depredadores sociales, como los ya identificados curas, monjes y monjas cristianos, católicos y romanos, pederastas y maltratadores de infantes.

Esas autoridades laicas, tienen no sólo la obligación legal; sino también moral, de actuar expeditamente para proteger de la ya mencionada depredación social, a unos de sus ciudadanos más débiles: sus infantes y sus jóvenes.

Y el Vaticano; en vez de refunfuñar, debería comprometerse sinceramente a abandonar su arcaica arrogancia y ser más fiel a la humildad y moralidad predicada por Jesús de Nazaret.