La última esperanza de los haitianos
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La última esperanza de los haitianos
Coral Cesselesse alberga a 3.000 desplazados por el seísmo
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Obras y tiendas de campaña nuevas, en el campo de desplazados Coral Cesselesse. - D. L.
DANIEL LOZANO - ENVIADO ESPECIAL - 29/04/2010 00:20
Cientos de luciérnagas solares iluminan la oscuridad en Coral Cesselesse, la gran apuesta humanitaria del presidente René Préval y de
El nuevo campamento piloto, situado a 20 kilómetros de Puerto Príncipe, se mejora a marchas forzadas. Es el modelo para enfrentarse a uno de los mayores desafíos en la historia de la comunidad internacional: proporcionar refugio seguro a más de un millón de haitianos sin hogar antes de que la estación de lluvias y los ciclones se ensañen aún más si cabe con esta tragedia humana.
Préval quiere desalojar todos los asentamientos improvisados
Por supuesto, Coral Cesselesse no es la Utopía de Thomas Moro. "Por la mañana hace un calor terrible, y aquí no hay una sola sombra. La gente se deshidrata, hay insolaciones. Y luego por la noche vienen los mosquitos, infernales, y hasta ocho clases de bichos", se queja Sanon. Pero el gran problema es la lejanía de la capital y, por lo tanto, de un empleo con el que todos sueñan ahora en un país donde la economía se derrumbó junto a los edificios.
"Nosotros llegamos hoy desde el campamento del campo de golf de Pétionville, nos trajo
La familia Dumore observa cómo los voluntarios construyen 300 inodoros y 24 duchas. Hay carpas de la policía, de Unicef, de
Oposición al desalojo
El salvaje terremoto del 12 de enero ha cambiado Haití de cabo a rabo; incluso sus clases sociales, no sólo determinadas por los privilegiados que hoy tienen empleo, sino por la vivienda. Al menos son cinco grupos con sueños comunes y pesadillas distintas. El primero, compuesto por los que conservaron sus hogares, sin desperfectos.
El campamento, a
El segundo, los 200.000 que han emigrado de forma silenciosa a República Dominicana o al interior del país (unos 600.000), pero que pueden volver en cualquier momento. El tercero, los que malviven en los casi mil campamentos que marcan la nueva geografía humana de Puerto Príncipe. El cuarto está conformado por los que pasan el día en sus antiguas casas, pero que de noche duermen en la calle, unos por miedo, otros porque no quieren perder las ayudas. Y el quinto grupo, el más pequeño, el de los que ya viven en los campos de esperanza.
De momento, el Gobierno de Préval ha concedido una moratoria de tres semanas para que los desplazados que habitan en campos levantados en escuelas o lugares privados los abandonen. Se prevé mucha tensión si se fuerza su desalojo. "Los que no tenemos dinero, ¿qué haremos?", se queja Guy Hilarie, obrero de 39 años. "Si la policía viene con porras y bombas lacrimógenas para sacarnos de aquí, tendrán problemas", advierte, entre la aquiescencia de los que le rodean.
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