El éxodo de Ciudad Juárez

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El éxodo de Ciudad Juárez

21 Febrero 10 - Humberto Montero

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Medio millón de mexicanos huyen por la guerra del narco; 200.000 han cruzado la frontera hacia El Paso

Los neones de la Avenida Juárez se extinguen en silencio. Los que resisten, tintinean adormecidos por la salmodia de un zumbido incandescente. La agonía de la principal arteria nocturna es el síntoma más evidente de la muerte de cualquier ciudad, más aún de la que fue pujante capital industrial de Chihuahua: la violenta Ciudad Juárez. El éxodo de medio millón de habitantes, hastiados por la guerra que libran los cárteles de la droga y sus pandillas, y la profunda crisis que vive esta urbe de millón y medio de almas en pena pegada a la frontera de Estados Unidos han secado los bares de una calle que hace apenas un lustro recordaba a Las Vegas. Los «gringos» sedientos de fiesta hace tiempo que no se aventuran a pisar una ciudad maldita.


«La cosa está bien “jodida” hermano», me reconoce Emilio Azcárraga, un veterano reportero del diario «El Mexicano». «Son dos años de muertes. Aquí caen 20 al día en una guerra que no nos importa. Yo si pudiera me iba, como está haciendo todo el que tiene solvencia», añade.
Del 25 por ciento de los «juarenses» que han huido desde 2008, cerca de 200.000 han cruzado la frontera y se han instalado en El Paso con sus familias y negocios. «La mayoría de los comerciantes se han largado y eso se nota mucho. El Paso vive un auge increíble gracias a nuestra ruina. La Avenida Juárez se acabó, los bares están cerrando y cuando paso por la noche apenas me cruzo con media docena de coches».


Emilio recuerda los tiempos en que cerraba en el diario y a la una de la madrugada se dejaba caer por esa misma ruta. «Aquello estaba a tope. Todo el mundo andaba por la calle de juerga. Ahora los 5.000 heroinómanos que tenemos son los dueños de la noche. En diez años, serán 20.000 sueltos en las calles. Eso es un ejército de locos», se lamenta.


Mientras, los secuestros a empresarios se disparan pese a la presencia de 6.200 soldados, 2.500 policías federales y otros 3.000 agentes municipales. En la ciudad más militarizada de México la última moda son las extorsiones telefónicas. «En las últimas dos semanas no dejan de llamar a comerciantes. Les dicen que tienen a un familiar secuestrado y que si no les pagan lo ejecutarán. Suelen pedir 6.000 dólares, pero pueden llegar hasta el millón. Normal que la gente se largue de aquí», remarca Emilio, quien a sus 62 años, con 30 años de profesión a sus espaldas, no se atreve ni a escribir la palabra «comando» en el periódico para referirse a las pandillas que siembran el terror a diario. «No te puedes fiar de nadie. No sabemos quién es quién. Depuraron a 400 agentes municipales corruptos y luego resultó que se iban a jubilar. ¿Por qué crees que pasa todo esto? La Policía está pringada», denuncia.


El presidente de la República, el conservador Felipe Calderón, angustiado por el desplome de su popularidad (cuenta con el 52% de aprobación), visitó Ciudad Juárez el pasado jueves, por segunda ocasión en una semana, para presentar el enésimo plan de rescate dentro de la guerra que declaró al «narco» desde su llegada al poder en 2006. Una guerra que ha dejado 18.000 cadáveres en la cuneta. Ciudad Juárez ostentó el sangriento récord: 1.600 asesinatos en 2008; 2.600, en 2009 y 300 en lo que va de año.
«Un año y medio después se han dado cuenta de que somos México. Ya es algo», es la frase más repetida en las cantinas.
En su comparecencia para anunciar la nueva estrategia –que incluye un aluvión de planes sociales ante la pérdida de 75.000 empleos– Calderón estuvo acompañado del alcalde, José Reyes Ferriz, del opositor PRI. Calderón observó perplejo cómo la intervención del regidor en el acto «Todos somos Juárez» fue interrumpida por los gritos de varios empresarios. «Los que queremos a esta ciudad, nos hemos quedado a dar la cara», fue la frase de Reyes que despertó la ira. «¡Miente! Usted vive en El Paso, en Texas», le espetó el público.


«Eso es rotundamente falso. Yo no despacho desde El Paso. Vivo, duermo y trabajo en Ciudad Juárez», aclara a LA RAZÓN el alcalde «juarense». «Estoy amenazado por los cárteles. Cuando esas amenazas se hicieron públicas, el regidor de El Paso, que es amigo mío, declaró que me acogía en su ciudad y me ofreció seguridad. Eso es todo», añade.


Reyes Ferriz, 48 años, no quiere hablar de su familia, como la mayoría de «juarenses», y prefiere imaginar el futuro. A duras penas logramos extraerle un análisis de la situación. «Durante tres décadas hemos sido el motor del país. Nos iba tan bien que el Gobierno se olvidó de nosotros. Hasta hace un año no teníamos ni un hospital federal pese al alto número de drogadictos. La crisis de la industria automotriz en EE UU ha golpeado a la ciudad, ha disparado el desempleo y enturbiado aún más la violencia», explica.


Pero el alcalde, pese al malestar de los empresarios, es optimista. «La presencia del Ejército ha dado frutos. Antes el 90% de la droga hacia EE UU pasaba por Juárez, ahora el 60%. Por eso los cárteles se están matando en las calles, para sobrevivir. Hay tanto militar, que la droga ya no pasa por aquí. Y hemos limpiado a la Policía digan lo que digan. El cuerpo está limpio», mantiene.
Su visión no podría ser más antagónica a la de los empresarios, hostiles a una gestión municipal a la que imputan toda la culpa del éxodo empresarial a El Paso. «¿Que ha hablado usted con el alcalde... entonces no ha hablado con nadie», espeta a este diario Daniel Murguía, presidente de la Cámara de Comercio en Juárez. «El alcalde vive en El Paso. Estamos olvidados», explica.

Ciudad dividida

Tampoco las organizaciones sociales respaldan los planes del Gobierno federal, que se amontonan uno tras otro, pese a la lluvia de dinero –20 millones de dólares para hospitales y otros 21 para escuelas e infraestructuras–. La economista Clara Judisman, autora del libro «La realidad social en Ciudad Juárez», asegura que la urbe vive una «catástrofe humanitaria» y rechaza la estrategia federal «cuando hay 14.000 viviendas, un barrio entero, sin los servicios básicos para vivir».
En ciudad más violenta del planeta (191 homicidios por 100.000 habitantes) la desunión es total. Mientras, las pandillas de los cárteles (los «Aztecas», del cártel de Juárez y los «Mexicles» y «Artistas Asesinos», del de Sinaloa) imponen su ley a punta de pistola. El 31 de enero, 15 jóvenes estudiantes fueron asesinados en una fiesta. Sin motivo alguno.

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