La Iglesia y las leyes

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La Iglesia y las leyes

Luis Petersen Farah

·                                 2010-04-25•Al Frente
El cobijo que los curas pederastas han encontrado en su santa madre abre un tema distinto: ¿tiene que ver la Iglesia con la desconfianza y el desdén que en México tenemos ante la ley?
Me lo pregunto porque no me puedo quitar la sensación de que, cuando más extrañamos una cultura de la legalidad, pues la violencia y la inseguridad impunes nos traen azorrillados, la Iglesia católica, maestra histórica en la conformación de la cultura y la sociedad mexicanas, huye de las leyes.
Su obediencia a la ley divina no pasa por la obediencia a las leyes de la sociedad: durante años, muchos obispos han hecho perdedizos a sus curas delincuentes, asumiendo, en el mejor de los casos con responsabilidad moral, otro orden jurídico, como de otro mundo, aplicado por ellos solos y emanado directamente de lo que ellos entienden como la voluntad de Dios. Un ejemplo: si alguien encubrió a Marcial Maciel fue la Iglesia mexicana. Otro: el cardenal de Guadalajara habló hace unas semanas de seis pederastas en su diócesis, claramente identificados y confirmados… pero él ya había tomado cartas en el asunto. ¿Y la ley? ¿O es el Estado dentro del Estado?
En el mismo caso de Guadalajara, los voceros de la Iglesia hablan de que son las víctimas quienes tienen que denunciar ante la autoridad y que ellos no se oponen, para nada; pero, por otro lado, tienen un centro de rehabilitación que obviamente no podría funcionar si los pederastas estuvieran en la cárcel. Y de sus resultados, nadie sabe. Al no promover la denuncia, la Iglesia no promueve la ley: más bien fabrica su otro mundo, donde la ley es otra y es la buena.
No se trata de que la Iglesia sea culpable de todos los problemas mexicanos con la ley. Hay muchos factores. La ley nunca ha representado un ordenamiento para bien de los ciudadanos. Se ha visto como un instrumento de los poderosos ante el cual el débil (y hábil) ciudadano busca sacarle la vuelta. Desde el poder, el manejo de la ley ha sido perdición de la ley. ¿Quién confía en ella y en sus instituciones? Que lo digan ahora las cifras de denuncia. No salen limpios ni la escuela, ni los partidos, ni los poderes.
Ni la iglesia. El papel que la Iglesia católica ha tenido en la construcción cultural del país es innegable. Pero también lleva responsabilidades: ante la ley y el Estado de derecho han sido (y quieren seguir siendo) acomodaticios, ambiguos y, como los grandes poderes, se han situado por encima del purgatorio jurídico en el que todos vivimos. Con la bandera de una Ley con mayúscula. Las nuevas directrices vaticanas aquí van a ser más dolorosas. Si se dan.
luis.petersen@milenio.com

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