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200 mujeres le donan sus orgasmos

Redacción

(11:20 a.m.)

Podría ser el hombre uno de los más envidiados del mundo, pero sus intereses van más allá

El neurocientífico estadunidense Barry Komisaruk ha presenciado más de 200 orgasmos femeninos en vivo… en su laboratorio.

“El investigador analiza el cerebro de las mujeres cuando llegan al clímax para comprender los mecanismos que disparan ese estado de entusiasmo, qué papel juegan las hormonas, los péptidos y las neuronas, y cómo se podrían provocar esas sensaciones de forma más intensa”, recoge la página abc.es

El objetivo de Komisaruk de la Universidad de Medicina de Nueva Jersey es “encontrar una manera de aumentar el placer en la vida de la gente”.

Su trabajo consiste en seleccionar a voluntarias que se autoestimulan en una máquina de resonancia magnética (FMRI, por sus siglas en inglés) para que él y su equipo puedan estudiar las áreas del cerebro que se activan en ese momento.

Hasta el momento sus investigaciones describen que cuando se llega al climax, “el sonido amplificado de las neuronas se asemeja al ruido que hacen las palomitas de maíz a punto de estallar en el microondas”.

El orgasmo es un bloqueante natural del dolor -es capaz de disminuirlo un 50%, y que aumenta la sensibilidad de la mujer al tacto, por lo que las caricias de la pareja se aprecian aún más, explica.

Pero el misterio que persigue es, por ejemplo, qué función evolutiva cumple el orgasmo femenino, pues en el hombre resulta claro.

A su juicio, las contracciones en el útero durante el orgasmo podrían ayudar al semen a alcanzar las tropas de Falopio y conseguir un embarazo. O bien, el placer puede animar a la mujer a copular varias veces y permitir una liberación de la tensión muscular del cuerpo.

Las mujeres que se someten a las pruebas del neurocientífico son voluntarias, donan su orgasmo a la ciencia a cambio de 100 dólares.

Para saber si son candidatas deben entregar una muestra de orina y comprobar que la mujer no esté embarazada, ya que el feto podría ponerse en peligro durante el test. Posteriormente se acuestan boca abajo en la máquina de resonancia magnética y el resto es fácil de imaginar.