Nueva cifra oficial del muertos del Gobierno chileno por la catástrofe: 452

Aluvión de críticas a Bachelet entre las fuertes réplicas del seísmo

6 Marzo 10 - Ángel Sastre - Enviado especial

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Cuando se cumple una semana del terremoto, la falta de ayuda, los bailes continuos de cifras y número de muertos y la ausencia de alarma de tsunami en las zonas costeras indignan a la población y manchan el final del mandato de la presidenta Michelle Bachelet. La mandataria sacaba pecho en las últimas cumbres internacionales a sabiendas de que su popularidad rondaba el 80%. Pese a haber tenido numerosos altibajos en su Gobierno, la mala actuación de su Gabinete a la hora de solventar la crisis desatada por el seísmo le han pasado factura.

Ayer las autoridades chilenas anunciaban que someterían a un «análisis exhaustivo» la cifra de fallecidos por el terremoto del pasado 27 de febrero, que según el último balance oficial entregado por el Ministerio del Interior, era de 802 muertos. «Le hemos pedido al SML (Servicio Médico Legal) que haga un análisis muy exhaustivo para saber en definitiva cuál es el número exacto de fallecidos», dijo la presidenta chilena, Michelle Bachelet.

El descontrol llega hasta el punto de que, según los servicios de protección civil, en la región del Maule la cifra de fallecidos ascendería a 587, mientras que según los militares sería de sólo 316. Por su parte el subsecretario del Interior, Patricio Rosende, dio a conocer la lista oficial de cadáveres identificados, que se queda en apenas 279.Por la noche, la cifra oficial cambió de nuevo: 452. Hasta tres cifras diferentes de un mismo drama; además los chilenos, en general, siguen sin entender por qué no hubo alerta de tsunami tras el terremoto, que sepultó zonas costeras como Talcahuano o Dichato.

Tres réplicas de seis grados
Por ahora, no hay ni una noche de paz en Chile. Dos nuevos terremotos, de magnitudes superiores a 6 grados en la escala de Richter, sacudieron ayer la sureña ciudad chilena de Concepción. Los habitantes del lugar ya habían sido despertados por un temblor de 6,3 grados unas horas antes. Los periodistas que dormíamos en la unidad cuatro del servicio de bomberos de Concepción tuvimos que salir literalmente corriendo con la manta en la cabeza y el susto en el cuerpo para pasar la noche en la calle. Las nuevas sacudidas de tierra, consideradas también réplicas del terremoto de 8,8 grados que devastó el centro y sur de Chile el pasado sábado, alcanzaron magnitudes de 6,8 y 6,6 grados Richter, respectivamente, según los datos del Servicio Geológico de EE UU.

Saqueos y dolor por las víctimas y por el descubrimiento de más destrucción se combinaban ayer con un lento retorno a la normalidad en Chile. Cuando se cumple una semana del terremoto los miles de chilenos que han perdido su casas empiezan a replantearse qué hacer con sus vidas, si empezar de cero o comenzar el éxodo hacía zonas más habitables.

El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, de visita en el país, expresó su conmoción por «el fuerte coraje y la resistencia del pueblo chileno», a su llegada para coordinar la ayuda de la ONU a los dos millones de damnificados.

Los «protegidos»: la familia que sobrevivió a Haití y Chile
A la familia Desarmes no la ha acompañado la suerte en lo que va de año: ha vivido las dos catástrofes naturales que han arrasado Haití y Chile. Poco después del terremoto del 12 de enero que asoló el país caribeño, abandonaron su ciudad natal de Puerto Príncipe; su destino fue Chile, donde vive su hijo mayor, para protegerse del caos de la capital haitiana. Pierre Desarmes, de 34 años, logró sacar a nueve miembros de su familia de la devastada Haití gracias a sus contactos en la Embajada chilena. Llegaron al país el 23 de enero en un avión del Ejército de Chile. Alrededor de un mes después, el 27 de febrero, un devastador seísmo sacudía el lugar que habían escogido como refugio. Afortunadamente ninguno de ellos ha perdido la vida en ninguno de los dos terremotos, pero la recuperación de los Desarmes está siendo muy traumática. Ahora duermen en el jardín de una casa al sur de Santiago, pero tienen pesadillas por el miedo de que otro temblor sacuda la tierra bajo sus pies. Mientras, Pierre intenta convencerles de que no deben vivir con ese temor, «les digo todo el día que no hay problema, que es un país preparado para los seísmos». Pero ellos no le escuchan. Viven pensando en el próximo terremoto.