La “guerra de Charlie Wilson”

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La “guerra de Charlie Wilson”

/ La Nación Por Raúl Sohr

Estaba en una posición ideal para obtener fondos. Así, de meros cinco millones de dólares asignados a las operaciones de la CIA logró llegar a 750 millones de dólares anuales.

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Viernes 19 de febrero de 2010 | | Blog Columnistas

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Un personaje insólito tuvo un protagonismo desmesurado en uno de los conflictos decisivos de fines del siglo pasado. Fue el congresista estadounidense Charlie Wilson, quien falleció la semana pasada. Parlamentario demócrata por Texas, durante doce períodos desde 1973, fue determinante para conseguir el enorme apoyo financiero y de armas que ayudó a la derrota de Moscú a manos de los guerrilleros islámicos, los llamados muyahidín.

De convicciones progresistas en lo doméstico, Wilson se convirtió en un adalid del anticomunismo en el plano internacional. Fue acusado de fraudes, manejar ebrio y consumo de cocaína y vivía rodeado de bellas secretarias. Estas últimas, como cabría suponer, eran llamadas “los ángeles de Charlie”. Es difícil imaginar que Wilson fuese un artífice clave de la mayor guerra encubierta llevada a cabo por Estados Unidos.

El 24 de diciembre de 1979 los soviéticos ocuparon Kabul. Washington negó en ese momento haber brindado ayuda, antes de la invasión del Ejército Rojo, a las fuerzas que atacaban al gobierno afgano aliado de Moscú. Ahora se sabe que no sólo ayudaron a los muyahidín, sino que lo hicieron con la meta deliberada de inducir la denunciada invasión.

Zbigniew Brzezinski, consejero de seguridad nacional del Presidente Jimmy Carter, admitió, en una entrevista al semanario francés Le Nouvel Observateur, que los recursos a los muyahidín comenzaron a fluir seis meses antes de la invasión y él tenía la convicción de que causarían la reacción buscada, y así se lo señaló a Carter: “Fue el 3 de julio, 1979, cuando el Presidente Carter firmó la primera orden para la ayuda secreta a los opositores al régimen pro soviético de Kabul. Ese mismo día, le escribí una nota al Presidente en la que le explicaba que en mi opinión esta ayuda induciría a una intervención militar soviética”.

¿Se arrepentía Brzezinski por haber contribuido a desatar el conflicto? En la citada entrevista replicó: “¿Lamentar qué? Esa operación secreta fue una idea excelente. Tuvo el efecto de atraer a los rusos a la trampa afgana y ¿usted quiere que lo lamente? El día que los soviéticos cruzaron oficialmente la frontera yo le escribí al Presidente Carter: ahora tenemos la oportunidad de dar a la Unión Soviética su Vietnam. Y así fue; por casi diez años, Moscú tuvo que librar una guerra imposible de sostener para el gobierno, un conflicto que causó desmoralización y finalmente el desmoronamiento del imperio soviético”.

Hay un dicho que sostiene que se sabe cómo empiezan las guerras pero no se sabe cómo terminarán. Con una visión de corto plazo, Brzezinski señaló: “¿Qué era más importante en la visión mundial de la historia?, ¿los talibanes o la caída del imperio soviético?”. Al pronunciar estas palabras no imaginaba los atentados del 11-S-2001 y menos que su país libraría una guerra que desde finales de dicho año hasta ahora no conoce fin.

Pese a todo, el gobierno estadounidense buscó no confrontar en forma directa a los rusos, por lo que mantuvo en un inicio un bajo perfil, no trazable, en el despacho de ayuda. En este contexto surgió Wilson, que asumió la causa de los muyahidín. Miembro de los comités parlamentarios de Relaciones Exteriores y Finanzas, estaba en una posición ideal para obtener fondos. Así, de meros cinco millones de dólares asignados a las operaciones de la CIA logró llegar a 750 millones de dólares anuales. Este llamado “presupuesto negro” equivalía a 57% de los fondos para operaciones encubiertas. Además convenció al gobierno de Arabia Saudita de contribuir con una cantidad igual a la aportada por EEUU. Parte de estos recursos llegaron manos de Osama bin Laden.

En cuanto a las armas, luego de enviar partidas adquiridas en terceros países logró que Washington enviase misiles antiaéreos Stinger. A partir de ese momento los soldados rusos llamaban cosmonautas a los pilotos de helicópteros por las alturas a las cuales volaban. Cabe preguntarse cuál sería hoy la situación de las fuerzas occidentales que luchan contra los talibanes si éstos recibieran una ayuda equivalente a la que tuvieron los muyahidín.

En algunos canales de cable se exhibe en estos días la película “La guerra de Charlie Wilson”, donde Tom Hanks interpreta al congresista. Hacía el final de sus días, Wilson intuyó que si bien habían derrotado a los soviéticos, el precio pagado por los afganos era descomunal. Criticaba la política estadounidense de abandonar a sus viejos aliados. Sospechaba que lo ocurrido en ese país asiático podría penarles. Los hechos confirmaron sus temores.

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